• domingo, 30 de agosto de 2009

    Un viaje sin fin

    La familia Johnson era la más unida del vecindario. Una familia totalmente normal, dos padres, dos abuelos y una única hija. Jessica, una niña de trece años que asistía todos los días al colegio como cualquier niña de su edad. Era muy simpática y se llevaba muy bien con su familia.
    Los padres de Jessica, Michael y Jane, eran médicos de fronteras, por lo que viajaban constantemente pero estaban de vacaciones por dos meses ya que era el cumpleaños de la niña. Festejaron con una gran fiesta porque su niña alcanzaba ya los fabulosos catorce. Al finalizar le dieron las buenas noches y se fueron adormir. A la mañana siguiente Michael y Jane salían de viaje a un lugar remoto al que sólo se podía llegar en un pequeño avión. Se despidieron en la casa de su niña y encomendaron a los abuelos que cuidaran muy bien de Jessica en su ausencia, ya que posiblemente duraría meses. Jessica estaba en su ventana llorando esa mañana lluviosa, viendo cómo sus padres subían esa mañana a un taxi.
    Desde ese día Jessica les preguntaba a sus abuelos cuándo iban a regresar sus padres. El problema fue cuando pasaron muchísimos mese y no aparecía nadie. Toda la familia se empezó a preocupar; avisaron a las autoridades, pero todos respondían lo mismo, que ningún matrimonio Jonson había tomado un avión aquel día. Jessica comprendió ese día que sus padres no iban a regresar.
    Pasaron años y ella creció. Sus abuelos todas las noches le contaban historias acerca de las fabulosas aventuras de sus padres. Un día, espiando un baúl secreto que estaba en el sótano, encontró planos y mapas de una ciudad muy antigua a donde ellos se dirigían.
    Jessica, ya con veintidós años, decidió realizar su búsqueda para encontrara a sus padres. Partió el mismo día de su cumpleaños recordando aquella tan melancólica fecha. Y así empezó su viaje sin fin.



    Pablo Carrera
    2º C

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